Pues yo no lo quiero. Lo digo tan abiertamente en el aula y los alumnos me miran con asombro y hasta uno de ellos me puede realizar una pregunta retórica: “Profe, ¿no tienes ningún título en español?”
Pues no y tampoco me interesaría tenerlo. Quizás en su día y hasta hoy podría obtener un equivalente al C1 o C2 en el examen DELE para extranjeros, pero ¿qué más me da? No tengo que demostrar con un documento que utilizo el castellano bien. Es más, lo estoy utilizando bastante bien y con soltura escribiendo este artículo, ¿no le parece?
Personalmente, yo creo que, si me hubiera molestado tanto en examinarme, no habría tenido el nivel de castellano que tengo actualmente. ¿Cómo es posible? Se llama el efecto Peltzman pero sin los peligros; el hecho de tomar un camino pensando que nos beneficia y nos sentimos seguros y al principio no vemos las consecuencias negativas. Parece contraproducente y además de un individuo que lleva unas academias.
Prepararnos para un examen no es nada malo. Es más, nos puede salvar la vida obteniendo un trabajo, nos puede generar un reto bueno y al obtener el certificado, nos puede generar una gratificación enorme. ¿Quién podría estar en contra de esto?
No obstante, si aprendemos un idioma sin dinámica de examen, realmente usamos el idioma y hay muchas palabras, expresiones, estructuras y conceptos que un examen no podría cubrir.
Me inundan mucho actualmente con la pregunta, “¿Está mi hijo/a preparado/a para el PET?” Pero nunca oigo la pregunta, “¿Puede mi hijo/a pedir la cuenta en un restaurante en inglés? ¿Puede indicarle a un extranjero el camino hacia el puerto? ¿Sabe decir “sótano”? ¿Deletrea bien different con 2 fs?”
Muchas veces ni los propios exámenes y preparativos para esos exámenes cubren estas cosas tan importantes en nuestra trayectoria en inglés. Yo les aseguro que muchos alumnos con el título de PET aún no saben decir o al menos se les olvida decir “tenedor” en inglés (fork). Pueden realizar una frase en voz pasiva, pueden pasar frases del estilo directo a indirecto, pero tal vez no pueden pedirle al camarero un tenedor porque tampoco en el PET se les pedía saber la palabra o no les interesaba saberlo porque querían concentrarse en realizar la práctica del examen.
En muchos casos, aquellos alumnos aspirantes para un examen no aprenden o no quieren aprender elementos que no vayan a salir en ese examen; la teoría de cuanto más, peor y hay muchas cosas que se van dejando por el camino por falta de interés. En las aulas de FCE los aspirantes están más pendientes del adjetivo “scientific” de la palabra “science” porque va a aparecer la palabra en la parte de Word Formation, que tal vez una frase de “it’s a blessing in disguise” (no hay mal que por bien no venga) porque igual no aparece en el examen y es poco frecuente de usar en su vida diaria.
Ya nadie quiere saber cómo se dice “almidón de maíz” en inglés o cómo se dice “comensales” en ingles porque esta información no figura en los contentos típicos del B2, no van a salir en un examen y es inútil saber estas palabras… hasta que tropezamos con un inglés en una gala donde nos dice: “there are two dinner guests which are allergic to corn starch.”
En su columna titulada “El Sindrome de la Titulitis que Desgarra a la Sociedad Actual”, Pablo Virigili explica la tal llamada titulitis como el gran problema hoy en día, pero dice que el título al fin y al cabo “sólo es un papel con firmas y cunas.” Si la gente supiera que un papel a veces dicta un nivel mínimo de un contenido de conocimientos en un breve periodo de tiempo, no estaríamos envueltos con matarnos a aprobar un examen. Imaginen si yo obtuviera un título de español en el año 1996 y no tocara nunca jamás algo del idioma, ¿cómo estaría mi nivel actualmente? Ni el papel que verifica mi nivel serviría.
Dice Virigili, sin embargo, “el nivel de conocimientos se eleva a diario estudiando.” ¡Claro! Incluso cuando los alumnos aprueben sus titulaciones, dejan por completo sus estudios, como si no tuvieran que aprender nada más. Lo siento, pero dejamos de aprender cuando ya no existimos en este mundo; indudablemente mi aprendizaje sigue después de 15 años en España, viendo las noticias, haciendo mi lista de la compra en castellano y apuntando palabras nuevas que aprendo día tras día.
El mayor problema es que la titulitis nos somete tanto que es difícil ya ir en contra de ella porque es como ir en contra del calentamiento global. ¿Cómo nos atrevemos ir en contra de algo tan honorable? De hecho, muchas academias saben que tienen que depender de ella, si no, gran parte de su negocio se va por el tejado y pues se basan mayormente en ella con sus principios. Una vez que aprueben sus alumnos, es fácil sacar pecho y afirmar que todo va acorde con lo que están haciendo. De acuerdo, pero no llegar a profundizar en el conocimiento del alumno y someterlo a ejercicios rebuscados y huecos sufribles para aprobar un examen tampoco es correcto.
Lo peor es que casi todas las academias se adaptan con el fenómeno, obligan, tal vez porque hay intereses de por medio, y hacen que todos sus alumnos salten al carro y prueban suerte como si fuera una tesis universitaria u oposición y trabajan exhaustivamente para convencer a los padres con charlas, folletos y una retórica prometedora. De nuevo, no hay nada malo, pero ¿y si un padre no quiere?
Al montar la academia, yo tenía claro que no podía obligar a ningún padre a examinar a su hijo si no quisiera. No era ético por mi parte. Una vez que el padre se mostrara interesado, nos movíamos contra viento y marea para situarlo.
El problema es que los padres lo opinan como si fuera un camino fácil. “Mi sobrina de 14 años ya tiene el B2 así que dale mucha caña a mi hijo.” Ese pobre hijo apenas tiene 10 años, pero me gustaría realmente analizar esa sobrina de 14 años y ver lo que todavía no sabe a pesar de tener el título.
Otro problema es que les puedes estar diciendo a un padre que su hijo no esté preparado para el examen o tienen una oportunidad mínima de aprobar y sacan los hijos de la academia y los meten en otra que les “garantizan” el PET porque hay intereses entre la academia nueva y Cambridge, pero luego el fracaso es mucho mas tormentoso cuando suspendan el examen y vean que es lo que estábamos diciendo desde el principio.
Gabriel y Andrés Pazos escriben que “en España siempre ha existido una obsesión por la titulitis, y el aprendizaje de idiomas lo ha sufrido.” Y tanto está sufriendo; lo digo yo con los años que llevo impartiendo el idioma y nunca he llegado a este colmo de correr más rápido que el caballo, y si queremos adelantar a un caballo en una carrera, mal comenzamos.